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domingo, 27 de abril de 2008

XXIII

Albel y Lance se recuperaban poco a poco del combate mientras Isaac daba algunas indicaciones a los hombres vestidos con bata blanca.

- No llega demasiado presupuesto al departamento de investigación, así que muchas veces tengo que ir yo a por algunas cosas. – dijo el científico a Albel y Lance mientras se quitaba aquel inmenso traje protector.

- ¿Qué es lo que me tenéis que explicar? – preguntó Lance levantándose violentamente del lugar en el que estaba sentado.

Albel le agarró del hombro e hizo que se sentase de nuevo.

- Verás, eh… - dudó un poco antes de continuar. – Lance. Supongo que sabrás que Réquiem se encarga de eliminar a diversos sujetos con poderes sobrenaturales. ¿Me equivoco?

Aunque en cierto modo algo había oído, no acababa de asimilar bien la idea.

- Tanto la piroquinesis de Albel, como las garras de esos sujetos… - continuó Isaac señalando a las bolsas que contenían los cadáveres que acaban de recoger. – son diferentes tipos de poderes sobrenaturales.

- ¿Poderes? ¿Y cuál es el tuyo? – preguntó Lance.

- Soy un simple científico. – respondió Isaac sonriendo. – No es necesario ser un ser sobrenatural para pertenecer a Réquiem, aunque la mayoría lo sea.

- Eres un vampiro. – corrigió Albel.

- Sí, bueno… Un detalle sin importancia.

Lance observó a sus dos compañeros. Por una parte admiraba a Albel, pero los dos le inspiraban un cierto temor.

- Debemos volver al complejo de Réquiem. – dijo Isaac volviendo a la furgoneta. – Albel, ocúpate del chico.

Albel asintió y se dirigió hacia su coche. Lance fue tras él.

La furgoneta del equipo de investigación llegó antes que el coche de Albel. Isaac bajó corriendo y se dirigió a su laboratorio.

- Guardad los cuerpos en la cámara frigorífica, luego iré a por ellos.

Entró por la puerta trasera, que daba a un largo pasillo con una moqueta roja y paredes de madera. Cerca de ahí se encontraban las habitaciones de los miembros recluta de Réquiem, tales como Lance.

Sin embargo, al girar en un cruce de pasillos se encontró inesperadamente con alguien.

- ¿Isaac Jules, director del departamento de investigación? – preguntó el hombre.

- Sí. ¿Y usted?

- Christopher Hampton, supervisor de la Iglesia.

Tenía un aspecto elegante, a pesar de una grotesca mancha que le recorría la cara. A decir verdad, presentaba un aspecto bastante enfermizo.

- Verás… La Iglesia no está del todo contenta con algunas de las investigaciones que usted realiza aquí. – dijo Hampton ajustándose la corbata.

- Puedo mostrarle el seguimiento de mis investigaciones para que pueda ver que no se salen de lo legal, señor supervisor. Acompáñeme a mi laboratorio. – respondió Isaac con una media sonrisa.

Fueron juntos al laboratorio. El científico trataba de observar todos los movimientos del supervisor. No podía fallar nada a partir de este momento.

- Pase. – dijo abriendo la puerta del laboratorio.

El rostro de Hampton se tornó a una expresión desagradable al ver un cadáver tendido en una camilla con varios cables conectados a él. Dirigió su vista a una enorme máquina que rellenaba y vaciaba tubos mientras procesaba datos incomprensibles en una pequeña pantalla.

- Aquí tengo mis documentos. – dijo Isaac cogiendo unos papeles y pulsando un botón.

El supervisor recogió los papeles y empezó a observarlos.

- ¿Quiere algo de beber? – preguntó sirviéndose un vaso con agua en una de las máquinas.

- Oh, por favor. – indicó Hampton. – Sírvame un vaso de agua.

Isaac llevó dos vasos de agua a la mesa en que estaba sentado el supervisor.

- ¿Pero qué…? – dijo mientras leía uno de los informes.

- Sí. Eso que hay en la camilla no es un cadáver. – afirmó Isaac. – Lo llamo “cuerpo vacío”, y será un clon de un importante miembro de Réquiem en cuanto le introduzca la información genética pertinente.

- ¡No puede hacer eso! – gritó el supervisor levantándose de la mesa. - ¡Informaré a la Iglesia!

- ¿Cómo? – preguntó Isaac riendo.

El supervisor se levantó furioso en intentó abrir la puerta.

- Está cerrada. – indicó Isaac.

- No importa. – murmuró Hampton sacando un teléfono.

Pasaron unos tensos segundos de silencio hasta que Isaac se levantó.

- No lo intentes… Hay unos generadores de ondas electromagnéticas en el interior de los tabiques que impiden cualquier señal que intente entrar o salir de la sala.

El supervisor tiró el móvil al suelo y quedó hecho pedazos. Acto seguido sacó una pistola.

- ¡Muere! – gritó con furia mientras disparaba una ráfaga de balas.

El cuerpo de Isaac cayó al suelo, y uno de sus brazos fue cortado. Hampton sonrió y paseó por la habitación buscando algo que abriese la puerta.

- Creo que no te comenté mi poder… - dijo el cuerpo que yacía en el suelo.

El supervisor se dio la vuelta inmediatamente y volvió a alzar el arma.

- Soy capaz de regenerar cualquier parte de mi cuerpo. – dijo levantándose poco a poco. – En otras palabras… no puedes matarme.

- ¿Qué piensas hacer? ¿Qué eres?

- No te voy a matar. Cuando bebiste del vaso de agua que te ofrecí, unos nanorobots entraron en tu cuerpo. En unos minutos habrán llegado a tu cerebro y olvidarás todo lo sucedido durante la última hora. – continuó sentándose tranquilamente en una mesa. Poco a poco empezaba a salirle un nuevo brazo.

El supervisor cayó al suelo desmayándose. Isaac se incorporó, totalmente regenerado, y cogió el cuerpo del hombre.

- Ahora tendré que limpiar todo esto e inventar una excusa para cuando despierte… - suspiró. – Por lo menos sigue teniendo los nanorobots operando en su cerebro… ¡Qué interesante!

Relato originalmente escrito por will-o'-the-wisp.