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domingo, 27 de abril de 2008

X

Albel y Nuca salían del laboratorio de Isaac rodeados del pestazo que emitía el laboratorio. Gasolina o lo que fuera, no hubiera sido buena idea encender un cigarro o cualquier tipo de chispa.

- Me alegro que dejaras tu manía antes de entrar... llegar a la misión chamuscado no sería mi mayor ilusión - dijo Nuca recuperando algo de aire en sus pulmones.

- ¿Por qué? ¿No te parecen adorables? - dijo Albel mientras de sus dedos aparecían mariposas de llamas rojas.

- Mariposas de fuego no son recomendables en un ambiente como ese. Que tú aguantes el fuego que te echen no quiere decir que los demás también puedan.

A veces se olvidaba que sus capacidades no sólo sobrepasaban lo humano, sino que hacía cosas imposibles. Aunque no era frecuente en las misiones de Requiem, ayudó mucho su habilidad para soportar cualquier medio a cualquier temperatura por extremas que sean, resistiendo desde el Napalm hasta la lava. Sus innumerables despistes eran un tema que le había significado más de una discusión con Álex y Shadow, pues, aunque no haya puesto en peligro ninguna misión, no querían verse con un problema real. El pobre hacía lo posible, pero aun le faltaba un hervor.

- Ya es la hora, tendríamos que irnos ya al despacho.

- Nuca, una pregunta...

- ¿Sí?

- Si eres cazador de demonios, ¿algún día podría ser tu presa?

- Puede... aunque teniendo en cuenta que eres más humano que muchos de los burócratas de arriba, dudo que algún día lo haga. Además, eres un tío legal.

Pertenecer a Requiem no significaba que los miembros tengan que ser amigos forzosamente; allí todos se consideraban compañeros de armas sin más vínculos emocionales, algo que en el campo de batalla podría suponerles la muerte.

Aun así, el ambiente tanto en las oficinas como fuera era bastante distendido: no sólo por sus habilidades únicas, sino por sus personalidades existía una cierta empatía entre ellos, esa sensación que les permitía comunicarse sin apenas dirigirse una palabra, con una simple mirada o un gesto. Todos aquellos solitarios encontraron en Requiem la compañía de la que siempre habían carecido; de hecho, esa "soledad" les permitió hacerse más fuertes.

- Tierra llamando a Albel, ¿me recibes?

- Perdona, estaba en mi mundo - dijo sonriendo

- Si te pagaran cada vez que te distrajeras de esa manera podrías comprarnos tú el equipo de tu bosillo. Anda, abre la puerta.

Tan distraido estaba en sus pensamientos que ni se dio cuenta que habían llegado del laboratorio al despacho de Álex. Dentro se encontraban Shadow y Álex, sentados en los cómodos sillones del despacho de la jefa... o jefe, a ratos.

- Tan puntuales como un reloj - dijo Shadow

- Somos así de corteses - dijo Nuca haciando una ligera reverencia sarcástica.

- ¿Me das fuego, Albel? Por cierto, extingue tus mariposas, no te quiero en la misión preguntando cuarenta veces lo que voy a contar ahora - comentó Álex sacando un cigarro.

- Como no. Ahí te va.

Albel apagó de un soplido todas las mariposas de fuego que aun volaban a su alrededor salvo una, que la mandó al cigarro directamente; al comenzar a arder el pitillo, la mariposa se extinguió.

- Debes fumar menos, podrías tener un problema.

- Sí, papá, volveré a casa a las 11... Maldito sea ese libro de medicina que te regalé el mes pasado... ¿de verdad te lo has conseguido leer?

- Me encantó, lo estoy leyendo por segunda vez.

Medicina e historia era la temática que abundaba en la biblioteca de su apartamento. Aun con más de 20 años, tenía la misma curiosidad por la vida que un niño de 12.

Álex cogió unas carpetas con la última documentación necesaria, así como un mapa.

- En fin, niños, los detalles creo que todos los conocéis: las cabezas de los hermanos Morrigan tienen tatuadas unas suculentas recompensas que vendrían bien para pagar el keblar de los trajes que hoy llevaréis. Los detalles que por ahora conocemos son que pueden realizar manipulaciones genéticas en seres vivos, además de tener un pequeño batallón a su entero servicio. No son nada comparados con nosotros, pero producir demasiadas bajas en los suburbios puede ser negativo para la fama de Requiem, y nuestra fama es el dinero que recibimos.

- ¿Cómo entraremos? - preguntó Nuca.

- Shadow subirá de tejado en tejado vigilando desde el aire para avisar de cualquier problema; tú y yo iremos procurando pasar desapercibido, me he hecho con unas ropas capaces de hacernos pasad inadvertidos. Albel vigilará nuestra retaguardia y preparará la huida; cuando liquiidemos a los Morrigan seguramente se nos querrán echar encima.

- Si hay algún problema... - pensó Albel.

- Tranquilo, los Morrigan son los únicos que conocen nuestras caras... especialmente la de Cross Valentine y la de su secretaria, así que no deberían surgir muchos contratiempos, pero estad alerta, no sabemos lo que puede pasar.

- ¿Algún problema? - preguntó Shadow.

La ausencia de respuesta dio la pregunta por respondida afirmativamente.

- Muy bien, si no hay nada que decir, os veo en el garaje en un cuarto de hora, podéis hacer mientras los preparativos que consideréis oportunos. Se levanta la sesión.

Relato originalmente escrito por Saga.

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