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domingo, 27 de abril de 2008

XV

Alex salía preocupada de su despacho. El cardenal había solicitado la presencia de Cross Valantine para una reunión de alta importancia, pero al estar él en letargo, había decidido asistir personalmente. Apenas se pudo informar de lo que le había ocurrido a su compañero, ya que requirieron su presencia inmediatamente. En ese momento la salud de Shadow dependía de Isaac, que le estaba realizando algunas curas para que se despertase más rápido; al igual que la actitud de la Iglesia y el estado ante Réquiem dependía de su propia actuación.

No tardó demasiado en llegar hasta la catedral de la Santa Inocencia, en el centro del sector Alfa de Nexus.

- Un extraño lugar para mantener una reunión de este tipo. – pensaba ella mientras aparcaba su Aston Martin en un vado permanente que se encontraba en frente de la verja que cerraba la catedral.

Entró con cautela. El silencio que se respiraba en ese lugar era del todo anormal y espeluznante. Nunca se había fiado del todo de la Iglesia, pero supuso que si querían dañar a alguien sería a Cross Valantine.

- Por aquí, señorita. – indicó de repente un hombre trajeado que parecía haber salido de la nada.

Alex pensó que sería uno de los múltiples guardaespaldas que debían de encontrarse en ese lugar. Otros dos hombres aparecieron, y entre los tres la condujeron hacia el interior de la catedral.

Es edificio era bonito e inmenso. Tenía multitud de cuadros y frescos, además de esculturas de oro que adornaban las paredes. En lo que debía ser el centro había una pequeña sala con techumbre de mármol en cuyo interior se encontraban el cardenal y el ministro de defensa sentados en una elegante y alargada mesa.

- ¿Quién es ella? – exclamó el cardenal mirando a Alex con desprecio.

- Es la secretaria del señor Cross Valantine. – afirmó el ministro levantándose para saludar. - ¿Ha tenido algún problema el líder de Réquiem?

- Tuvo un imprevisto. – indicó Alex firmemente mientras le estrechaba la mano al hombre. – Soy Alex Ivanov, su secretaria. El señor Valantine me ha enviado para que ocupe su lugar en esta reunión.

- ¿A una mujer? – preguntó el cardenal con un tono burlesco. – Tenía mejor concepto de la forma de pensar del señor Valantine.

- No diga eso. – interrumpió el ministro observando descaradamente el escote de Alex. – Supongo que tendrá sus motivos para enviarla.

El cardenal era un hombre viejo y obeso que vestía una sotana blanca con una capa de color rubí. El ministro era alto, corpulento y llevaba un fino bigote. Vestía un uniforme militar bastante elegante. A Alex quizá le hubiera llegado a parecer atractivo de no ser por el concepto que tenía de él.

- ¿A qué se debe esta reunión? – preguntó Alex sentándose, ignorando al cardenal.

- Verás, pensamos que la actuación de Réquiem… - dijo casi gritando el cardenal.

- Perdone. – interrumpió el ministro de defensa. – Será mejor que usted nos deje hablar a mí y a la señorita. – el comentario hizo que Alex se sorprendiera. – Ya llevan siendo varios años en los que estamos satisfechos con el modo de actuar de Réquiem. Siempre cumplían todos los requisitos de las misiones sin ningún error apreciable.

Alex asintió. Sabía que ahora venía un “pero”, ya que una reunión de urgencia para felicitar a Réquiem por su labor le parecía algo estúpido.

- Pero lamento decir que en las últimas décadas el rendimiento ha empeorado. Los nuevos líderes de los suburbios surgen más rápidamente, y las misiones causan bastante revuelo en la población. – continuó el ministro.

Era obvio que eso estaba pasando, pero también era normal, puesto que la autoridad del gobierno había bajado bastante con la aparición de nuevos filósofos que exponían sus ideas en público. Por supuesto, esa persona acababa siendo asesinada, pero sus ideales permanecían entre la población. Y no es posible matar a un ideal.

- ¡Estamos gastando mucho en armamento e instalaciones para Réquiem, para que luego pase esto! – gritó el cardenal levantándose de la silla.

- Déjeme hablar, por favor. – dijo el ministro. – A partir de ahora enviaremos una persona para que regule las actividades de Réquiem desde la dirección. No vamos a relevar al señor Cross Valantine, pero deberá comunicar todo lo que haga a nuestro agente.

Iba a ser bastante difícil de superar. El supuesto agente podría descubrir que quien dirige Réquiem es ella, o incluso podría ver mal alguna de sus acciones y enemistarlos con la Iglesia y el estado.

- No hay ningún problema. – mintió Alex. – Esperamos recuperar su confianza.

- Desde luego. – añadió el ministro. – Tengo otra misión que encargarles, aunque prefiero comunicársela por teléfono una vez llegue a mi despacho.

Alex observó severamente de reojo al cardenal, que se encontraba en una esquina de la sala. La verdad, no le gustaba la actitud misógina del cardenal, pero parecía tomárselo más en serio que el ministro.

- Si usted me lo permite. – interrumpió el ministro. – Me gustaría invitarla a cenar una vez encargue la misión a Réquiem. Si quiere, puede acompañarme hasta mi despacho.

Alex no se sorprendió del ofrecimiento. El hombre había estado mirándola durante toda la conversación. Aunque quizá eso podía solucionar algunos problemas de Réquiem, no iba a hacer ninguna otra cosa que hacer su trabajo.

- Lo siento. – dijo Alex levantándose lentamente de la mesa. – Tengo que volver al complejo de Réquiem para solucionar algunos asuntos del señor Valantine.

En realidad pensaba decir “Lo siento. Sólo me pagan por hacer mi trabajo.”, pero recapacitó en que no era correcto decirlo tal y como iban las cosas.

- Espero el mensaje sobre la próxima misión. – dijo antes de salir de la sala, haciendo una reverencia. – Adiós.

Estaba bastante enfadada, pero no era lógico perder los estribos en una situación así. Ya tendría tiempo de pagarlo con Shadow cuando se despertara. Tras salir por la verja, se dirigió hacia su impecable coche y encendió un cigarro antes de subir. Una vez lo hizo, pensó en el camino más rápido para llegar al complejo de Réquiem, debía planear sobre la misión que iban a encargar y también debía ver cómo estaba su compañero.


Nuca daba vueltas por el despacho de Alex. A diferencia de muchos de sus compañeros, él se había quedado en el complejo de Réquiem para acabar algunas cosas que llevaba retrasadas, además de comprobar si Alex llegaba bien. No estaba nervioso, manifestaba aquella extraña tranquilidad que ya era de costumbre ver en él. Se acercó hacia la ventana, y vio que había empezado a llover.

El teléfono del despachó sonó de repente, pero Nuca se mantuvo inmóvil ante ese hecho. No le parecía correcto coger él el teléfono que pertenecía a la secretaria de Cross Valantine. Unos pocos minutos después de que dejara de sonar, vio las luces de un coche que se disponía a entrar en el complejo.

Alex bajó de su impecable Aston Martin, que relucía aun más con la lluvia y subió a paso lento unas escaleras metálicas que conducían a una de las puertas que daban a la planta baja del edificio. Aún seguía enfadada por la situación a la que se había sometido por culpa de Shadow. Tenía intención de ir a verle al laboratorio de Isaac una vez recibiera la misión.

Al subir en ascensor hasta la planta en la que se encontraba su despacho que iban a mandar a un supervisor de parte del gobierno para ver lo que hacía la organización desde el interior. Le inquietaba cómo sería tal personaje, y se lamentaba de que tendría que aparentar más aún su papel de secretaria.

Desde el pasillo vio que la puerta de su despacho estaba abierta. ¿Habría llegado ya el agente? Lo dudaba, pues aún no había recibido ni siquiera la misión, pero tenía cierto presentimiento.

- Hola. – dijo Nuca desde la ventana cuando Alex entró en el despacho cerrando la puerta tras de sí.

- Hola, Nuca. – suspiró Alex aliviada. También era de esperar que Nuca estuviera pululando por allí, pero ni se le había pasado por la cabeza. - ¿Qué haces aquí?

- Ya que Shadow no puede hacer su trabajo. – su voz denotaba un cierto matiz de repulsa. – He esperado para ver si llegabas bien. Si hubieras tardado media hora más hubiera salido a por ti.

- Oh, gracias. – exclamó Alex dejando su chaqueta en una percha. - ¿Ha llegado alguna noticia? ¿Algún nuevo encargo?

- Llamaron por teléfono, pero no creí correcto cogerlo. – añadió sacudiéndose elegantemente el pelo con un movimiento de cabeza.

Nuca se acercó a la mesa de Alex a la vez que ella. No pretendía preguntarle directamente qué había ocurrido en la misión, pero esperaba que ella se lo contara. La jefa se sentó en su silla y encendió un cigarro.

- No te preocupes, todo va bien. – mintió ella acomodándose. – Puedes irte si lo deseas.

No pensaba darle algún detalle porque nunca le suscitó la suficiente confianza. El hecho de que fuera un enviado por la Iglesia le hacía sospechar de él. Nuca dio media vuelta y se fue sin hacer ningún comentario. Mientras tanto, Alex empezó a mirar los mensajes del buzón de voz del teléfono.

Isaac dejó un pesado artilugio metálico en la esquina de su laboratorio. Parecía nervioso o, quizá, emocionado. El cuerpo inconsciente de Shadow yacía en el interior de un ataúd enlazado a una camilla, recubierto por varios cables y sondas. Una máquina medía el impulso de las ondas cerebrales, mientras que otra parecía dar pequeñas descargar eléctricas.

Se acercó a observar a su compañero y se ajustó las gafas. Empezó a escribir códigos en la máquina a la que estaba conectado Shadow sin apartar la vista de la pantalla.

- ¡Maldita sea! – gritó Isaac aporreando las teclas. – Voy a necesitar más cantidad de sangre…

Alguien llamó a la puerta. Apagó la pantalla de la máquina y se puso la bata que había dejado horas atrás en el suelo. La puerta se abrió lentamente, con un sonido rechinante. Tras ella apareció Alex acompañada de una mujer de su misma estatura, de cabello plateado y ojos intimidadores.

- Hola, Nayara. – dijo alegremente Isaac haciendo un gesto con la mano. - ¿Qué os trae por aquí?

- Vengo a ver a Shadow. – interrumpió Alex con un gesto severo mientras observaba la máquina a la que estaba conectado. - ¿Se puede saber qué haces?

Isaac se movió hacia ellas, tanto que ambas se echaron unos pasos hacia atrás.

- Shadow ha entrado en letargo. Normalmente se recuperaría en unas semanas, pero estoy acelerando el proceso. También intento que no le vuelva a pasar, inyectándole hemoglobina de prevención.

Alex se acercó a ver a su compañero, casi horrorizada al ver su estado. Sus ojos estaban abiertos, pero no mostraban expresión alguna.

- Isaac. – dijo Nayara sacando una carpeta. – Debo informarte de algunos asuntos que han ocurrido en la Iglesia respecto a tus experimentos.

- Me los comentas fuera. – dijo saliendo, mientras dirigía una sonrisa a Alex. – Vamos.

Alex se quedó a la expectativa de si producía algún movimiento, sola en la habitación, observando a su compañero.

- Maldito idiota. – murmuró apartándole un mechón de pelo de la frente. – Espero que esto no pase de nuevo.

La habitación se quedo absolutamente en silencio, a excepción de la máquina. La mirada de Shadow era terrible, pero aun así ella no podía quitarle la vista de encima. Su relación era estrictamente profesional, aunque él pareciera opinar lo contrario, pero no podía evitar sentirse preocupada. Era el miembro con el que mantenía la relación más estrecha que tenía en la organización.

Las lágrimas empezaron a caer de su rostro, cambiando totalmente la expresión de su cara. Fuera del laboratorio, Isaac y Nayara no podían oírla mientras conversaban.

Relato originalmente escrito por will-o'-the-wisp.

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