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domingo, 27 de abril de 2008

I

Sentado, en el mullido sillón del despacho, observaba la noche de la ciudad a través de los enormes ventanales de aquella habitación, cuidadosamente decorada con óleos de centenares de años, que valían su peso en oro, y un amueblado selecto. Hacía días que no había parado de llover a causa del mal clima de aquella época del año. Esto había causado que el olor de la corrupción de Nexus se volviese más nauseabundo aún debido a la humedad.

Suspiró profundamente, la visita llegaba tarde. Para la ocasión se había arreglado más de lo de costumbre. Llevaba puesto un traje negro, entallado pero elegante, con una ligeras líneas verticales que favorecían aquella esbelta figura, mientras los gemelos de platino, con una tosca forma de R mayúscula, relucían en sus muñecas. No llevaba corbata, dejando así un par de botones de la camisa negra desabrochados que dejaban ver su temperamento inconformista. A pesar de que la visita que esperaba era un miembro muy importante del gobierno de Arles Schulz, no parecía importarle no estar presentable del todo ya que todo había salido bien en el último encargo.
El teléfono de la mesa sonó sacándolo de su ensimismamiento. La luz de “Secretaría” parpadeaba. Se incorporó y descolgó el teléfono.

- Acaba de llegar. Estará ahí en menos de un minuto.

Cansado como estaba de tanto hombre por el día de hoy, al Comandante N.Vondarf le reconfortó profundamente ver a la joven detrás de la mesa del recibidor. Era la secretaría personal del dirigente de Réquiem, del cual se sabía que a pesar de su corta edad, no llegaba a los treinta, podía dirigir cualquier embolado que se le pusiese por delante. Esto se había demostrado durante todos los años de experiencia de la organización, que nació pocos meses después del golpe de estado, la cual había dirigido siempre. Vondarf recordó el día en el que supo a ciencia cierta que ningún alto miembro de la empresa era totalmente natural, se alegró de saberlo a tiempo, porque si no ahora mismo estaría preguntándose como esa misma persona podía seguir al mando cuarenta años después, y sin haber sufrido ni el más mínimo cambio.

Nada más verle, la Secretaría se incorporó y salió de atrás de su escritorio. Con la cabeza ligeramente agachada alzó el brazo indicándole que pasara el primero.

- Por aquí Comandante Vondarf – Le indicó un una ligera sonrisa- El señor Cross Valantine le está esperando en su despacho. Sígame, por favor.

Durante el breve trayecto al despacho de Cross Valantine, dirigente y líder de la organización Réquiem, Vondarf fue observando los movimientos de aquella mujer. Sus andares eran ligeros, pero con paso firme. Llevaba el pelo recogido en un pequeño moño, no muy alto, pero se podía apreciar que era una hermosa melena. Sus zapatos de alta calidad, marcaban el ritmo mientras el ruido de su camisola de roja de seda apenas de oía. Al principio el Capitán no comprendía el extravagante gusto del señor Cross para tener a una mujer con el puesto de secretaria. Aunque, pasado el tiempo, después de varias visitas y de oler aquel magnetismo que desprendía aquella joven, comenzó a entenderlo. “Debe ahorrar mucho en putas con ella” pensó y sonrió con una desagradable mueca.

Cuando Cross Valantine vio entrar por la puerta la oronda figura del Comandante le recorrió un escalofrío la nuca. Nunca le había parecido agradable vislumbrar a aquel hombre. No sólo por sus aproximados 150 quilogramos de peso, si no por su cara llena de manchas rosadas, probablemente por que ya estaría con un par de copas encima. Sabía que en el golpe de estado fue una pieza de gran protagonismo para establecer el régimen actual, por ello lo habían condecorado y ascendido cuando apenas era un crío. Ahora, a los 60 años de edad y corrupto hasta la médula, no se distinguía ni la sombra del gran militar que había sido. Pero a pesar de todo, a Cross Valantine, no le importaba demasiado, el vivía como el mismísimo Arles Schulz.

- Buenas noches Capitán Vondarf, me alegro de volver a verle – mintió con la mejor de sus sonrisas - ¿Cómo le van las cosas?

- Bien, bien – dijo sin saber muy bien a lo que contestaba. La secretaría había cerrado la puerta detrás de él y cruzaba la sala en dirección al mueble bar para prepararle su whisky con soda habitual – Ya sabe señor Cross Valantine, mucho lío en el gobierno

Cross Valantine había salido a recibirle y le estrecho su regordeta mano. El militar noto la fuerza del hombre. Que por su apariencia no parecía tal. Esta vez, llevaba su pelo negro y grasiento recogido en una larga coleta, haciendo más sobrecogedor su ojo albino.

Mientras la muchacha ya colocaba el Whisky encima de la mesa. El comandante sonrió de nuevo al mirar las largas piernas de la joven. Cross Valantine tosió.

- ¿Que le parece si nos sentamos y discutimos el nuevo encargo?- dijo con amabilidad

Después de unos cuarenta minutos y varias carpetas de informes del gobierno, el Capitán N.Vondarf le dejaba clara la situación actual al líder de Réquiem. En el districto Omega se habían producido revueltas lideradas por dos hermanos con ideas, que a los ojos del gobierno, eran peligrosas.

Relato originalmente escrito por Haraz

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